Sobre Enguídanos

HISTORIA DE ENGUÍDANOS

La historia de Enguídanos se nos ha presentado como algo difusa debido a su situación fronteriza y distante de las vías principales de comunicación y de ciudades como Cuenca, Cañete, Moya, Alarcón o Iniesta en las que los historiadores han dedicado mayor atención y esmero. Gracias a la labor de investigación de la Asociación de Amigos del Cabriel en los últimos años y de sus historiadores locales, se está aportando algo de luz a su pasado y poniendo en valor el patrimonio natural y paisajístico de los pueblos que conforman la red hidrográfica del Cabriel.

ÉPOCA CELTIBÉRICA Y ROMANA

En el término de Enguídanos se encuentran innumerables vestigios e importantes yacimientos desde el neolítico. No es de extrañar debido a su abundancia en fuentes, arroyos, ramblas y los cinco ríos que convergen en su territorio y que son sinónimos de vida. Desde el neolítico los abrigos existentes en su término y el arte levantino localizado en este corredor, desde Villar del Humo y Henarejos hasta las Hoces del Cabriel (en Minglanilla), delatan la presencia humana y un intento de sedentarización de tribus nómadas dedicadas principalmente a la caza y el pastoreo.

Diversos yacimientos del ámbito ibérico y celtibérico, así como romano, nos dan cuenta de la relevancia que tuvo todo el Valle del Gabriel durante esta época. Los yacimientos existentes en Enguídanos de Cabeza Moya, La Vega, La Escarehuela, La Hoz del Agua, Panjarinos, El Pozuelo, El Retamal, Fuente de la Higuera y de la Plata, el Charco de las Palomas, o en las proximidades del núcleo urbano, acreditan la antigüedad de su territorio.

La orientación norte-sur de ríos como el Cabriel, el San Martín y el río Mira, sirvieron para la creación de vías secundarias ibérico-romanas como se ha podido constatar en los caminos entre los yacimientos (con un relevante grado de influencia celtíbera) a lo largo de toda su red hidrográfica. Por el término de Enguídanos se sitúan el trazado de la vía de Zaragoza hasta Iniesta (conocida como Itinerario XXXI de Antonino) y otras vías secundarias de este a oeste (como el Camino de la Mancha).

Se evidencia una forma de vida, a lo largo de los tiempos, basada en la caza y el pastoreo y el aprovechamiento de las encajonadas tierras de regadío en los cauces de sus hoces y de sus ríos. El cultivo de secano se irá haciendo extensivo con el tiempo. Los recursos mineros abundantes en la zona como el hierro, los yesos (entre ellos el llapis specularis o espejuelo) y la sal, debieron ser explotados desde muy antiguo.

En esta zona sitúa Ptolomeo en su “Geográphika” lugares bastetanos como Pucialia, Turbula, y Salaria (presumiblemente Iniesta), fronterizos con territorio lobetano. Entre Enguídanos e Iniesta y en el término de la Pesquera (que fue aldea de Enguídanos hasta el siglo XVII), se han localizado las minas de Egelasta que Plinio describe por la pureza y transparencia de sus piedras de sal.

EDAD MEDIA

Durante el periodo visigodo Enguídanos perteneció a la Diócesis de Valeria y, tras la conquista árabe, formó parte de la línea defensiva que se construyó a lo largo del Cabriel. Su lugar fronterizo tras la creación de las Taifas, sitúan a Enguídanos unas veces en la Taifa de Toledo a la que también pertenecía Cuenca y otras en la Taifa de Valencia. De esta época parece ser que es originario el castillo, uno de los emblemas y estandartes de la población y cuya construcción data del siglo XI-XII. Por este lugar, ya pasaban los pinos cortados en Villar del Humo y San Martín de Boniches con destino a tierras valencianas. Unos por el Cabriel, otros por el río San Martín, Villora o Regajo de la Vega, como aquí lo llamamos. Todo dependía del caudal que llevasen los ríos para escoger un tramo u otro. En las Chorreras aún podemos ver troncos talados y hundidos en la piedra, y más arriba de la Cueva, túneles realizados por el hombre para el paso de los gancheros.

Tras haber estado cinco siglos bajo la influencia árabe (300 años de emirato-califato, y 200 años de taifas), estas tierras pasaron a formar parte de la cristiandad. Tras la Conquista de Cuenca en 1177 por Alfonso VIII, las fronteras recién adquiridas por Castilla permanecieron inestables. Eran zonas sin justicia donde la orografía del terreno permitía la rapacería de tropas y milicias, caballeros, aventureros y saqueadores sin control. Las incursiones o correrías árabes sin más objeto que el botín, denominadas “razzias”, iban siendo diezmadas por las “cabalgadas” del Concejo de Cuenca, debilitando la fuerza musulmana y despojándola de sus riquezas. Alrededor del 1180 el desarrollo de las ofensivas cristianas obtuvo una serie de conquistas incorporando Alarcón en el 1182 e Iniesta en 1186. Los castellanos alcanzarían el curso del Cabriel, en territorio plenamente montañoso, y lo remontaron sobrepasando las antiguas fronteras musulmanas con la repoblación de Moya en 1210 y la conquista de Mira en 1219. En este contexto se sitúa la conquista cristiana de Enguídanos que debió ser próxima a la conquista de Iniesta.
Alfonso VIII premió a los castellanos y aragoneses que le ayudaron a conquistar la ciudad de Cuenca con rentas y posesiones en la zona. A uno de los linajes aragoneses, de apellido Jaraba (Xarava) – concretamente Alfonso de Jaraba-, le concedió la imagen aparecida y heredamientos en Campillo de Altobuey y sus descendientes aparecerán como señores de Campillo de Altobuey y Güércemes y alcaides de la fortaleza de Enguídanos. Los Jaraba, que controlaban un puerto seco en el camino que llevaba de Castilla a tierras valencianas, emparentaron con el linaje de los Albornoz, titulares de un extenso patrimonio territorial en la Alcarria y en la Serranía conquense, entre los que se encontraban Moya, Utiel y Villora, entre otros. La mayor parte de la repoblación de este lugar fue realizada por gente que provenía del norte de Castilla y Aragón. Si bien el apellido, De Fez, que debe su procedencia a familias moriscas conversas, es fiel testimonio del mestizaje que debió sufrir esta población. El apellido Luján, procedente de Huesca debió de instalarse ya en esta época; tenemos a Pedro González de Luján, natural de Enguídanos, como Obispo de Ávila desde el año 1293 al 1312. Existe también un documento de 1391 que habla de Fernán García de Luján vecino de Enguídanos. Es el mismo siglo en el que se establece en Illescas Miguel Jiménez de Luján, pariente de Fernán. Los descendientes de Fernán se extenderán por Campillo de Altobuey, Iniesta y La Jorquera, principalmente.

Lugares como Enguídanos (y su aldea La Pesquera) junto a Campillo de Altobuey, durante la Edad Media, serán el apéndice del territorio perteneciente a la ciudad de Cuenca gobernado por el linaje de los Jaraba y el propio Fuero de Cuenca. Al norte encontramos el señorío de Moya y Villora (con el tiempo Marquesados), al Sur la Tierra de Alarcón y la Tierra de Iniesta (incluidas en el Señorío de Villena o del infante Don Juan Manuel), al este la Tierra de Requena (de la que se segregaría Utiel y se incluirá Mira) y al oeste Paracuellos de la Vega y Monteagudo de las Salinas pertenecientes al Obispado de Cuenca. Esta situación entre señoríos hará que este territorio de realengo conquense se encuentre envuelto en los conflictos jurisdiccionales e intrigas de la pujante nobleza, la Guerra de los Pedros y el triunfo de la dinastía de los Trastámara en Castilla.

En el testamento de Alvar García de Albornoz “el Mozo”(1382), otorga a María Álvarez de Albornoz, su hermana y Señora de Villora, una “Casa de Enguidanos, con la dehesa de la Fuencaliente, e con el Olmediella de las piertegas “ entre otras posesiones en la provincia de Cuenca. El concejo de Enguídanos mantendrá varios pleitos con los Señores de Villora sobre la posesión de las dehesas de la Cortina y de la Fuencaliente que no se resolverán hasta la venta de la Fuencaliente al Concejo de Requena en 1497 por parte de los Señores de Villora (contra el cual también había mantenido pleitos por esta posesión), y continuará varios siglos el pleito sobre el paraje de la Cortina a pesar de la sentencia favorable en 1401 a favor de los Señores de Villora.

Don Juan Pacheco, marqués de Villena, tuvo tal codicia por las posesiones de esta zona que las intercambió estratégicamente, tras haber sido donadas por el rey Enrique IV en 1465 a su mayordomo mayor, al conde de Castrogeriz, Ruy Díaz de Mendoza, de Requena, Iniesta, Almodóvar y Guidanos. Aunque estos lugares se revelaron contra este dominio señorial (Requena lo hizo en 1468), sabemos que el marqués de Villena poseyó Requena entre 1470 y 1480. Iniesta había sido donada a Ruy Díaz de Mendoza el año 1439 por Juan II (probablemente también Enguídanos y Almodóvar), si bien Iniesta ya había formado parte del marquesado de Villena y aunque se reveló ante Ruy Díaz, en 1440 accedió con la condición que mantuviese los privilegios de gobernabilidad como villa. Iniesta ya había sido canjeada por la villa de Castrogeriz en poder del marqués de Villena, Juan Pacheco, en 1452.

RENACIMIENTO Y REINADO DE LOS AUSTRIAS

El castillo de Enguídanos, a mediados del siglo XV, se encuentra desprotegido y abandonado por los Jaraba, señores de Campillo de Altobuey y Güércemes. Esto provocará serios conflictos con el Concejo de Cuenca y serán los Barrientos (el obispo Lope Barrientos y su hijo natural Pedro Barrientos) quienes reforzarán sus lienzos y quienes terminarán su edificación con algunos elementos góticos defensivos y elevarán más el actual torreón que bien se podría considerar como la torre del homenaje. Durante ese periodo y la “Guerra Sucesoria Castellana” jugó un importante papel estratégico entre los Marquesados de Moya y Villena y la ciudad de Cuenca.

La guerra civil en Cuenca entre D. Diego Hurtado de Mendoza, alcaide de la fortaleza de esta ciudad, y el obispo D. Lope Barrientos, defensor del rey don Enrique, también afectará a esta zona. No es de extrañar durante este período la cesión de la aldea de Enguídanos a Don Lope teniendo en cuenta la pertenencia de Paracuellos y Monteagudo de las Salinas al propio Obispado, su proximidad y los conflictos existentes en esta zona fronteriza con Don Juan Pacheco, Marqués de Villena y defensor de Juana la Betraneja y Portugal en la Guerra Sucesoria. El castillo debió sufrir grandes destrozos.

La devastación provocada por esta guerra y la posterior guerra comunera, así como el abandono del castillo hará que en 1509, el propio Concejo municipal de Cuenca pida su demolición por “encontrarse en mal estado de conservación con el peligro para la vecindad que ello suponía”, actuación que no se llevó a cabo por impedirlo la propia población. El 30 de octubre de 1510, se ordena la entrega del castillo de Enguídanos a Juan Álvarez de Toledo, regidor de Cuenca y IV Señor de Cervera, en cuya familia quedará la tenencia del mismo, al menos hasta la consecución del villazgo y segregación de Cuenca de Enguídanos en 1555 (a finales del reinado de Carlos I). La fortaleza quedará relegada al olvido y a una limitada conservación, más como símbolo que como bastión defensivo. Durante la guerra de las Comunidades de Castilla, a principios del reinado de Carlos I, Enguídanos había contemplado la sublevación de Moya y su tierra frente a los marqueses, siendo muy significativa la realizada en Cardenete.

Cabe destacar la importante la tempestad del 13 de Agosto de 1540 que destrozó caminos y puentes del Pajazo y Vadocañas entre otros. En el año 1542 el puente del Pajazo ya estaba reparado, y parece ser que el de Vadocañas por Iniesta no se reparó al menos hasta 1556.
A partir del Renacimiento se hace latente la presencia de varios linajes como señores y/o gobernadores (regidores y alcaldes) de Enguídanos: el de los Vera (Condes de la Roca), los Álvarez de la Barreda, los Briones, y los Luján. García del Campo, vecino de Enguídanos nos consta que también obtuvo en 1561 Real Provisión de Hidalguía por parte de la Real Chancillería de Granada. Las familias Álvarez, Luján, Beamud, Cerdán y Coba estuvieron emparentadas, teniendo a hijosdalgos como descendientes como puede verse en el Catastro de la Ensenada de Enguídanos de 1752. Estos emparejamientos de la nobleza hacen que no sea extraño que el escritor Don Joaquín Félix de Samaniego Urbina, Conde de Torrejón y Marqués de Valverde de la Sierra, tuviese el derecho sobre un censo en la villa de Enguídanos a mediados del siglo XIX. La abolición de los señoríos en España entre 1811 y 1837 (que no de las heredades de sus señores), fue el mayor respiro que pudieron tener estos pueblos del Cabriel y gran parte de España, donde la población estaba sometida a la servidumbre y bajo el influjo de grandes privilegios acumulados por una gran minoría.

En la visita eclesiástica de 1580, el visitador deja escrito que es villa de 120 vecinos y 400 personas de comunión y que tenía por anejo a La Pesquera. Había un beneficio curado de 150 ducados que poseía Pedro Daza, de cincuenta años de edad, con latinidad y cánones. En su lugar puso el visitador por teniente al teólogo y licenciado en artes Alonso Barrientos, de sesenta años. El beneficio simple, de 250 ducados, lo disfrutaba don Rodrigo de Monsalve, sobrino del arzobispo de Toledo. Además, contaba con un préstamo que estaba en poder de Juan Álvarez de Alarcón. Más adelante da cuentas de la iglesia y dice que “Ay mouida una grande obra en la iglesia, que la tiene Lope Güemes, cantero”. En la posterior visita de 24 de diciembre de 1583, se nos dice que “la iglesia es de la advocación del Señor San Juan Bautista, en la qual halló vn beneficio curado que le tiene y posee Pedro Daza de Sosilla, clérigo natural de la villa de Valencia de Alcántara, el qual sirbe por su persona. Tiene por su anexo el beneficio de La Pesquera. Ay vn préstamo; tiénele Juan de Alarcón, vecino de Toledo". Visitó el Santísimo Sacramento, y la pila de bautizar, y los santos óleos, y crisma, y libros de bautizados, casados, y de testamentos; y plata, y ornamentos, y ropa blanca y todo lo halló decente. "Y ansí mesmo halló q las posesiones q la iglesia tiene las posee quieta y pazíficamente, y los diezmos se reparten según la costumbre antigua. Halló por mayordomo a Lope de Luxán. Tuvo de cargo sesenta y cinco mill y dos cientos y nobenta y tres maravedíes; fue alcançado en quarenta y dos mill y seis cientos y siete mrs. Quedó por mayordomo. (...)Visitáronse las hermitas de Nra. Sª de la Sangre de Xpo. y de San Blas y de San Sabastián, y las demandas del sacro, y del purgatorio y el hospital. Ocupose el señor vidor en esta visita quatro días, hasta martes en la noche veinte y siete del dho mes. Llebó de derechos tres ducados. E yo el notario, veinte y tres reales y medio de los derechos de quentas y bisita e ynbentario de bienes”.
El censo de Castilla de 1591 fue realizado por la administración de Felipe II con ocasión del repartimiento de los “Millones”. Este impuesto fue votado tras el desastre de la armada invencible. Se fijó 8 millones de ducados. Se debía recaudar en seis años, y no habría exentos; este impuesto afectaba a todas las categorías sociales, únicamente los monjes de San Francisco estaban dispensados. Como uno se puede imaginar, el impuesto levanto multitudes de protestas en toda Castilla.

La población de Enguídanos a finales del Siglo XVI, en 1591, según el Censo de los Millones, estaba en torno a los 199 vecinos (unos 900 habitantes). Había 175 pecheros, 21 hidalgos y 3 clérigos. Según nos consta la población se duplicó prácticamente durante este siglo. En el año 1528 eran 115 vecinos (poco más de 500 habitantes) y en 1550, 176 (unos 800 habitantes). Como referencia, Campillo la triplicaba en 1587 con 650 vecinos (unos 3000 habitantes), Motilla del Palancar 600 (unos 2700 habitantes) e Iniesta 986 (unos 4500 habitantes). Esta población es importante si tenemos en cuenta que la ciudad de Cuenca tenía a finales del siglo XVI unos 12.000 habitantes pero un siglo antes no pasaba de los 6.000. Será un importante desarrollo del comercio de la lana lo que favorecerá el crecimiento en la provincia de Cuenca, pero la crisis hará que diezme la población, y sólo 50 años después, a mediados del siglo XVII, en la ciudad de Cuenca quedarán unos 3.000 habitantes. La estructura social de la población de Enguídanos estaba constituida en su mayoría por campesinos, braceros y artesanos de subsistencia y una minoría de clérigos, e hidalgos. La carestía de alimentos de primera necesidad comenzaba a ser realidad entre la población debido entre otro a malas cosechas, sequía, incluso plagas de langosta; los precios ya muy altos y en franca tendencia inflacionista, se dispararon allí donde el trigo y la cebada eran acaparados por comerciantes especuladores. Los 49 años de hambres y malas cosechas en el siglo XVI en las dos Castillas, concretan niveles de alimentación más próximos a los caracteres de una difícil supervivencia que a la sanidad de un consumo suficiente.

El pueblo de Enguídanos no fue ajeno a esta situación, pero su segregación de Cuenca tras la obtención de su villazgo en 1555, le dará la autonomía suficiente para sobrevivir a estas circunstancias, gracias a su riqueza agrícola (secano y regadío), maderera y minera en un amplio territorio que también incluía el de La Pesquera. Según las Relaciones Topográficas, en el año 1579 La Pesquera tenía unos treinta vecinos, algunos más por aquel entonces que Minglanilla como lo demuestra el hecho de que, junto a su anejo la Fuente Vicente, tenía “no más de dieciocho o veinte vecinos”, tan sólo cuatro años antes, en 1575. El paso del Camino Real por la Pesquera a través del puente del Pajazo y las minas de sal de tanta importancia en esta época también será uno de los motores de la economía de Enguídanos. Existe también una Cédula Real, de fecha 20 de marzo del 1601, referente a Enguídanos, donde se le concede la explotación de dos minas a Pedro Monteagudo y consortes, de caparrosa con algunas cañas de azabache y lo que parece ser oro y plata en el Cerro guardado de La Fuencaliente y las Rinconadas del Cano linde con el Río Cabriel (González 1832:284). En una segunda edición desaparecerá la parte del oro y la plata.

A partir de la segregación de Iniesta en 1564 por parte de Minglanilla, su población aprovechará la explotación de la mina. Se verá favorecida por la habilitación de nuevos de pasos en el Cabriel como el de Contreras y la Venta del mismo nombre, y prueba evidente de este traspaso es la construcción en 1.672 de la Casa del Administrador de la Mina en Minglanilla, al adquirir la propiedad y uso de las minas de sal.

ÉPOCA BORBÓNICA

En el siglo XVIII, Enguídanos, junto con La Pesquera, Torremayor, Botua y Cubillos, formaba parte de un señorío perteneciente al conde de la Roca, don Vicente Javier de Vera y Ladrón de Guevara, y debió ser a mediados de este siglo cuando la Pesquera se segrega de Enguídanos como pueblo, aunque seguirá siendo su anejo (al menos en cuestiones eclesiásticas según Madoz).

En el Catastro de la Ensenada de 1752 se dice que “en este término hay tierras de regadío para hortaliza: cáñamo y nabos, tierra para producir trigo, cebada, centeno, y avena: para viñas, y para producir fruta, tierras para producir pasto de los ganados mayores, y menores; y para producir pinos, carrascas y otras fustas”. También se menciona el azafrán, el olivo y las aceitunas, guindas, perales, cerezos, membrilleros, granados, nueces, ciruelas, higueras y moreras para la producción de seda, colmenas y miel. También se menciona la existencia de tres molinos: dos en la Hoz del Agua de Doña María Antonia Segunda de Luján y el del Golpecillo que pertenece al Concejo de Campillo de Altobuey. Dijeron que habían 31 machos y mulas y 37 pollinos (burros) para labor, 105 pollinas y 28 crías, 10 yeguas con nueve crías, 70 bueyes para labor, 95 vacas con 46 crías, 220 ovejas, 126 cabras y 2 mulas para cabaña.

El Censo de Floridablanca de 1787 fija en 722 el número de personas que habitaban Enguídanos (371 hombres y 351 mujeres): un cura, un beneficiado, un sacristán, 8 hijosdalgos, un escribano, 2 estudiantes, 40 labradores, 12 jornaleros, 11 artesanos, 97 criados, 2 del fuero militar y 546 entre menores y personas sin oficio definido.
Durante el reinado de Fernando VII, Enguídanos tomó parte en la guerra que duró seis años por la derogada Constitución de Cádiz. Desde Moya, varios realistas de Landete, Santa Cruz y Enguídanos, en el lugar de La Cortina (bajo el actual puente de la estación de Enguídanos), atacaron a los voluntarios constitucionalistas de Villargordo y la Mancha, causándoles muchas pérdidas. Después se refugiaron en Enguídanos a la espera de nuevos acontecimientos.

En el diccionario de Madoz (1850-1855), se dice que “A la inmediación de un antiguo castillo casi derruido que domina al pueblo por la parte del N., se encuentra una ermita titulada Ntra. Sra. Del Castillo, que fue la primitiva parroquia de la villa; hay, además, otras cuatro ermitas: la de S. Blas dentro de la población, la de Sta. Lucía a su salida en dirección de Pesquera; la de S. Roque a pocos pasos de distancia de la anterior, y la de Sta. Quiteria, a una legua del pueblo, inmediato al puente que lleva el nombre de este artículo, situado sobre el río Cabriel. El vecindario, para los usos de la vida, se surte del agua de varias fuentes que nacen poco distantes de la villa.” Posteriormente, sabemos de la existencia de dos ermitas más, la de San Cristóbal cerca del actual cementerio y la de San Miguel, próxima al Atochar junto al camino de la Vega al Castil de Olivas. También se dice que “El terreno es montuoso, y de los almudes de que consta apenas se destinan al cultivo 8.600; plantados de viñas se hallan 270 y 360 de olivos, que se riegan con las aguas del Cabriel y otras fuentes; 46.466, aunque incultos, producen buenos pastos, y los 50.641 restantes los ocupan la población, los caminos, las ramblas y peñascos, que sólo dan romeros, coscojas, pinos y carrascas.(…) La producción, en el año común del último quinquenio se han cogido 6.000 fanegas de todos cereales, cantidad nada insignificante si se atiende a que apenas se siembra la tercera parte del terreno; 2.400 arrobas de vino, 130 de aceite, 5.000 de patatas, 800 de ciruelas, 30 de peras, 110 de cerezas, 35 libras de azafrán, 200 arrobas de judías, 120 de cáñamo, 100 de miel, frutas y legumbres. Críanse, además, 440 corderos, 110 cabritos, 10 becerros y 45 cerdos; hay muchas liebres y conejos, algunos ciervos y corzos, y no pocos lobos y zorras. La población es de 204 vecinos, 758 almas.”

Durante la desamortización de Madoz de 1855, mucho más representativa que la de Mendizábal, en la población de Enguídanos se declararon en venta los siguientes bienes:
-Briz Luján, Joaquín (Vecino de Campillo de Altobuey, labrador acomodado) compra 6 heredades labrantías y 3 huertos con una extensión de 76,73 Has. en Campillo de Altobuey, Castillejo de Iniesta y Enguídanos. Inversión 41,290 Reales de Vellón.
-Escamilla, Manuel (Vecino de Cañada del Hoyo, abogado) compra 1 huerto de 1 celemín en Enguídanos. Inversión 520 Reales de Vellón.
-Gabaldón, Ramón (Vecino de Enguídanos, labrador acomodado) compra 4 dehesas con 1,143.44 Has. en Enguídanos, Gabaldón y Montilla. Inversión 96.020 Reales de Vellón.
-Gandia, Pedro José (Vecino de Enguídanos, labrador acomodado) compra 2 huertas, 2 heredades y 2 dehesas con 245,70 Has. Además 1 casa y 1 horno de pan en Enguídanos. Inversión 83,933 Reales de Vellón.
-Jarabo, Gregorio (Vecino de Enguídanos, secretario del ayuntamiento) Compra 3 tierras con 6,56 Has. en Enguídanos. Inversión 5.080 Reales de Vellón.
-Luján, Felipe (Vecino de Enguídanos, labrador acomodado) Compra 4 huertos con 0,96 Has. en Enguídanos. Inversión 6,675 Reales de Vellón.
-Luján, Tomas (Vecino de Enguídanos, sacerdote) Compra 6 heredades y huertos con 11,69 Has. en Enguídanos. Inversión 8,306 Reales de Vellón.
-Murciano, Juan Antonio (Vecino de Enguídanos, mediano labrador) Compra 1 tierra y varios huertos con 1,17 Has. en Enguídanos. Inversión 4,700 Reales de Vellón.
-Murciano, Juan Maria (Vecino de Enguídanos, labrador acomodado) Compra 1 heredades y 1 dehesa con 103,61 Has. y solar en Enguídanos. Inversión 12,673 Reales de Vellón.
-Peñalver, Manuel (Vecino de Enguídanos, comerciante) Compra 8 heredades y baldíos con 234,80 Has. en Bascuñana, Colliga, Garcinarro, Gasgueña, Villagarcia, el Peral, Nohales y Alcohujate; además 2 casas en Cuenca, 1 en Enguídanos y un molino harinero en Palomera. Inversión 146,956 Reales de Vellón.
-Ruiz Luján, Joaquín (Vecino de Enguídanos, labrador acomodado) Compra 1 molino harinero y 1 batán en Enguídanos. Inversión 3,600 Reales de Vellón.
-Sahuquillo, Rafael (Vecino Campillo de Altobuey, labrador acomodado) Compra 4 huertos en Enguídanos. Inversión 6,790 Reales de Vellón.

LAS GUERRAS CARLISTAS

La Partida de Palillos, una de las más célebres unidades de guerrilleros a caballo que levantaron pendón por la causa legitimista de don Carlos V en Castilla la Nueva, estuvo en Enguídanos durante la primera guerra carlista. A mediados de diciembre de 1837 el hijo de Palillos junto a cien hombres «al atravesar la provincia de Cuenca, acampó en un monte entre Enguidanos y Paracuellos; atacado por los granaderos á caballo de la Guardia real que mandaba el teniente Pozas, dejaron en poder de estos, caballos y efectos». Los de Palillos ya sin su estandarte huyeron hacia el norte por la provincia de Madrid. Creemos no es demasiado arriesgada la hipótesis que el estandarte fuera cogido por los liberales en esta acción, ya que un mes después, el 16 de enero de 1839 fue remitida a la Real Basílica de Atocha como destacado trofeo de guerra. Durante la tercera guerra carlistas, el 15 de Noviembre de 1873, el brigadier Santés con 4.000 soldados invade Minglanilla guerras y después Enguídanos donde consiguió hacerse fuerte en el castillo de la población, donde construyó (o reconstruyó) el aljibe cuyos restos aún se conservan, y acondicionó un lienzo amurallado que estaba derruido, en previsión de una posible huida en dirección a Chelva. Allí pernoctarán durante algunos días y realizará mítines a la población para conseguir alistamientos de tropas. Después, unos 200 carlistas, dirigidos por Vallés, se presentaron en abril de 1874 y también se afincaron durante varios día en el castillo-fortaleza, hostigando a las poblaciones de la zona a entregar víveres, dinero y municiones. Desde finales del siglo XIX al primer cuarto del s. XX el castillo será utilizado como cementerio; después se cerrará; abandonado y expoliado se ha restaurado, en varias fases, muy recientemente

SIGLO XX

Cuenca era una provincia marcada por el peso del mundo rural y por su cercanía a Madrid. Su vida política se desarrollaba “en un medio desmovilizado y dominado por las elites profesionales y agrarias que componían los partidos monárquicos de turno”. Las elites conformaban un grupo estrechamente ligado a la propiedad de la tierra, herencia a menudo de los diferentes procesos de la desamortización y en menor medida de otros perfiles profesionales como los de abogado, periodista o ingeniero, ya que el 70% de la población era analfabeta. En un medio ruralizado su economía agraria estaba basada el la producción del cereal, la vid y el secano y en un cierto aprovechamiento de los recursos forestales. El caciquismo político será un hecho durante el primer tercio de siglo.
Durante el siglo XX Enguídanos poseía un gran patrimonio en olivos que les hizo famosos por sus almazaras (molinos de aceite); unos campos de viña y de trigo en el secano con los que producían su propio vino y su propio pan: el pan nuestro de cada día.
Poseía también una huerta impresionante enclavada en arroyos y ríos para envidia de muchos y regocijo propio. Tomates, patatas, nabos, cáñamo, pumas… un clima mediterráneo continental que la naturaleza de sus valles y su proximidad al mar eran una bendición. Enguídanos llegó a tener 25.000 melocotoneros con una producción media anual de 100 toneladas de melocotones; 4.000 manzanos con una producción anual media de 100 toneladas de manzanas y 4.000 perales con una producción de 11 toneladas. El 90% de los melocotoneros de la comarca de Cañete se centraban en este pueblo. Una Central hidroeléctrica en el Salto, la segunda construida en España a principios del siglo XX, les daba trabajo a otros y la producción de esencia de espliego y los negocios, bares, tiendas… pululaban alrededor de estos más de 2.000 habitantes.

La población seguía felizmente las normas de la vida católica según las enseñanzas y las obras de sus antepasados, viviendo unidos y en hermandad todos los vecinos. Durante los años de la República, sólo se consiguieron celebrar dos matrimonios y un entierro civiles y en la guerra civil su aislamiento fue propicio para no tener que contar datos de gran relevancia que no fueran las consecuencias de dicha guerra y algunos enfrentamientos políticos, detención del párroco o prohibiciones y vejaciones al culto católico. Lo más lamentable fue la pérdida de gran patrimonio eclesiástico. El 18 de agosto de 1936, la barbarie humana “destruyó los altares y retablos, y con cuerdas, arrastraron las imágenes y retablos”, y quemaron imágenes, libros y retablos. Entre los objetos destruidos estaban “16 imágenes talladas, en madera, de valor artístico, de diferentes épocas, siendo la más valiosa la de Nuestra Señora del Castillo, sedente, muy venerada, del siglo XV, y otra de la Asunción, del siglo XVI; el retablo y altar mayor, dorado, con seis buenos lienzos; la biblioteca, con más de 500 volúmenes escogidos; el archivo, con preciosos pergaminos; 1 gran alfombra; 1 palio de damasco rameado; 3 campanas grandes”.

Ninguna de los informes y expedientes responsabilizaron a los representantes del Ayuntamiento durante la República; prueba de ello es el hecho de que la represión franquista no condenó a ninguno de ellos.

Desde la finalización de la guerra el maquis estuvo emplazado por estas tierras. Famosas fueron las correrías de Basiliso Serrano “el Manco de la Pesquera” y triste su final. Algunos guerrilleros de Levante y Aragón, en un primer intento de posicionarse en el perímetro de Cofrentes, el 19 de marzo de 1948, habían partido del campamento de Chera. Pasarán el día 20 de marzo por Enguídanos, donde colocarán una carga explosiva en la vía de tren al tiempo que el resto entra en casa del alcalde y consiguen algo de comida y una escopeta.

Nos consta que durante esta época algunos habitantes de la población se posicionaron ayudando a la Guardia Civil y otros a los maquis aún a riesgo de perder la vida como ocurrió en Benagéber. El maquis también desaparecerá y la zona volverá a la normalidad de su vida y de sus labores cotidianas.

En el año 1947 se inauguró la línea de ferrocarril Madrid-Valencia. Las comunicaciones que prácticamente no tuvo con las grandes ciudades de repente se abrieron. Ese dulce deambular entre los pueblos que se coronaban a más de 10 kilómetros se fue perdiendo. Allí estaba esperanzadora la ciudad y el censo de la población fue menguando. Muchos conocemos esta historia y cómo los recientes ciudadanos hijos del pueblo visitaban a sus padres con sus propios hijos en vacaciones y puentes, con sus “lujosos” coches, sus “mejores” trajes y sus verdades a medias. Del duro trabajo en la ciudad nadie hablaba porque en vacaciones la felicidad pone un velo al esfuerzo de todo un año.

Pero esto no fue lo peor, para los que quedaban las opciones también menguando: El Embalse de Contreras los dejó sin los frutales de la Vega y la automatización de la Central fue otro duro golpe. La población fue menguando; el pueblo se moría atraído y necesitado de la ciudad.

Como decía la revista Ofensiva en su nº 3159, el 7 de Julio de 1961: “Desgraciadamente, es Enguídanos, el pueblo más afectado, ya que embalsará la parte de huerta donde los 600 vecinos viven y donde la propiedad se encuentra repartida, ya que el resto del término, todo pinar y monte bajo y cereal de muy escasa producción, viene a ser del municipio y de otros particulares donde, por las condiciones de estas fincas, no puede haber sustento para los 2.300 habitantes de la localidad.”

La construcción del embalse de Contreras con sus dos presas – Contreras y Collado- permitió la supresión la barrera natural del Cabriel, lográndose así que desde el lunes 22 de diciembre de 1969 se pusiese en servicio este nuevo tramo de carretera por encima de las mismas. La inundación de estas tierras, naturalmente, iba a producir unos perjuicios que deberían ser reparados, y el traslado de numerosos agricultores a otras provincias que tenían que adaptar sus actividades a muy distintos quehaceres. La construcción del embalse de Contreras supondría finalmente el traslado de las poblaciones de los núcleos urbanos ribereños de Mira y la Pesquera. Independiente de esto, el pantano de Contreras también ocupa tierras de Minglanilla y Enguídanos, de este último unas mil hectáreas de la mejor calidad, con plantíos de manzanos y melocotoneros; éstos, de fama mundial por su calidad. De estas mil hectáreas, doscientas eran de regadío, setecientas de secano y cien de montes. Quedaron aisladas un buen número de hectáreas de viñedo para las que haría falta crear medios de comunicación. En este caso quedaron pendientes de solución problemas que afectaban a cuatrocientas catorce familias, con sus seiscientos cincuenta y tres hijos.

Pero en la vega del Cabriel, sin restar valor de otras tierras de gran importancia por su rendimiento, destacaba la de Enguídanos, en donde el almendro y el melocotonero, junto a otros frutales como el peral, proporcionaban un gran rendimiento a quienes la cultivaban y que por regla general eran modestos agricultores que se beneficiaban de ese rendimiento al final del año, en el que dedicaban a sus hectáreas plantadas de frutal, el mejor de sus cuidados. Setenta hectáreas de este cultivo, que pertenecían a Enguídanos, fueron expropiadas para incrementar el rendimiento de la ubérrima tierra de Valencia. Sin embargo, hay que reconocer, que también lo era este oasis castellano en donde cada hectárea se calculaba que rendía, con trescientos melocotoneros, más de cien mil pesetas de las de 1969.

Las frutas de Enguídanos eran comparables en calidad y cantidad a las mejores zonas de Zaragoza o Lleida, de Murcia o de Aranjuez. No eran muchas hectáreas, ciertamente; quienes las poseían contaban con un capital, en lo que a rendimiento y valor se refiere, de gran consideración, y desde luego, suficientes para, junto otros ingresos, depararles un buen vivir. Desgraciadamente, será Enguídanos, el pueblo más afectado, ya que embalsará la parte de huerta donde los 600 vecinos vivían y donde la propiedad se encontraba repartida, ya que el resto del término, todo pinar y monte bajo y cereal de muy escasa producción, venía a ser del municipio y de otros particulares donde, por las condiciones de estas fincas, no podía haber sustento para los 2.300 habitantes de la localidad.

Se barajó la posibilidad, el 4 de Julio de 1969 si sería mejor trasladar la población campesina a zonas de colonización en Badajoz o Jaén, ya que se esperaba, en caso contrario, la emigración de un 60% en un lapso de cinco años (como así ocurrió finalmente). El consejo de Ministros, a propuesta de Obras Públicas, acordó en julio de 1969 únicamente el traslado de las poblaciones, de las aldeas inundables de Mira y la Pesquera a otros lugares.

En la actualidad, Enguídanos presenta una estructura urbana digna de resaltar aunque su población haya pasado de 2196 habitantes en el censo de 1930 hasta 713 en el de 1981, contando en 2011 con un censo de 430 habitantes. Puesto que su situación geográfica dota a este pueblo de una nutrida naturaleza y gran belleza paisajística, el municipio se ha esmerado en la lucha por un desarrollo sostenible y en el turismo rural. Quedan muchos retazos por descubrir de la historia de este pueblo cuyo nombre es sinónimo de “abundancia de aguas” y que, con esmero, su futuro todos podremos rubricar.

José Saíz Valero (Enero de 2012)